Era un tiempo de hacer kilómetros y kilómetros en autobús. Era un tiempo en que los papeles se aprendían en los ensayos y en las funciones, escuchando a los actores y actrices veteranos. Era un tiempo de llegar al teatro, hacer la función, cenar, ir al hotel, madrugar, coger un autobús, irse a otra ciudad, llegar al teatro, hacer la función, cenar… Era un tiempo en que se exhibía una sacrosanta devoción por respetar al público. Era un tiempo donde se respiraba el ambiente de lo que tuvieron que ser los cómicos de la legua. De hecho, algunos de aquellos veteranísimos, de los que aprendías los textos, venían de familias con el rancio abolengo de haber pisado las tablas desde mucho antes de que se pusieran de moda las sombrillas de encaje y seda.

En esa época conocí a Pedro Esquerdo. Pelo moreno y fuerte, mostacho, sonrisa perpetua y una voz profunda, eran sus señas de identidad.
Cuando entré a formar parte del coro de la Compañía Lírica Española, yo era un jovencito despistado, con grandes aspiraciones en la vida. (Ahora mantengo mis aspiraciones, mi despiste, pero dejé atrás lo de jovencito).
Pedro Esquerdo, Perico a partir de este instante, me tomó bajo su ala para orientarme por los entresijos de ese mundo zarzuelero de bolos y obras de repertorio.
No fue algo extraordinario el que Perico me apadrinara. En él, hacer eso era lo habitual. No podía evitar acercarse al que lo necesitara. Te ayudaba, te daba confianza, te apoyaba, te aconsejaba y te protegía si era necesario.
Como veis me refiero a Perico en un tiempo pasado y es que: Perico ha muerto. Ignoro las circunstancias de su fallecimiento. Me voy a quedar con los momentos que viví a su lado.
Así como Perico era el punto de referencia para muchos dentro de las compañías líricas, en su vida civil, no todos le trataban. Yo sí tuve la suerte de comer en la casa en la que convivía con Cristina en la calle Pelayo. Yo sí compartí veladas en el Centro Asturiano donde se cantaba, se bebía y se comía a destajo.
Perico era el tipo en el que directores y empresarios confiaban para que las producciones salieran adelante. Perico era el tipo que mejor contaba las anécdotas del mundo de la lírica. Perico era el tipo que decía un chiste en el momento oportuno. Perico era el tipo de las frases que han quedado prendidas en muchos de los que le conocimos. Como ese: — ¡Vamos Marisol, guapa! —Grito de guerra proclamado con toda la potencia de su voz, durante los jaleos en las escenas que lo requerían.
Y es que Perico era bueno. Buen compañero, buen profesional, buen cantante, buen amigo, buena persona.
Su alma estará en estos momentos contando chistes o cantando boleros a todas esas otras almas que hicieron de su paso por la tierra algo importante para los demás.
Espero que Perico me espere allí, para tomarnos la “espuela”.
Lee mucho, escribe mucho y luego me lo cuentas.
Que generoso eres, Lucas. Te quiero
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Y yo a ti. Y lo sabes.
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Un artículo muy bonito escrito del corazón.
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Muchas gracias.
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